Autor
Andreas Speck

El Plan de Acción de Movimiento (PAM) es una herramienta que nos ayuda a entender el avance de un movimiento social. Desarrollada en los años 80 por Bill Moyer, describe ocho fases de los movimientos con éxito y cuatro diferentes roles que desempeñan las personas activistas en un movimiento social.

El PAM se basa en siete suposiciones estratégicas que se relacionan estrechamente con la noviolencia y con teorías noviolentas sobre el poder y el cambio social:

  1. Los movimientos sociales han demostrado ser poderosos en el pasado, y es de esperar que lo puedan ser también en el futuro.
  2. Los movimientos sociales están en el centro de la sociedad. Los movimientos sociales se basan en los valores sociales más progresistas: justicia, libertad, democracia, derechos civiles. Aunque se opongan al estado o al gobierno, los movimientos sociales están promoviendo una sociedad mejor, no trabajando contra ella.

  3. La verdadera cuestión es “justicia social” contra “intereses creados”. El movimiento trabaja por la justicia social y quienes están en el poder representan los intereses creados.

  4. La estrategia general es la promoción de la democracia participativa. La falta de una democracia real es la mayor fuente de injusticia y problemas sociales. En la lucha por lograr la meta del movimiento, la clave es el desarrollo de una democracia participativa.

  5. El apoyo fundamental que se debe perseguir es el de la ciudadanía normal, que cede su poder a los detentadores del poder otorgando su consentimiento. La cuestión clave en los movimientos sociales es la lucha entre el movimiento y los detentadores del poder para ganarse el apoyo de la mayoría de la población, que al final es quien tiene el poder para preservar el statu quo o crear el cambio.

  6. El éxito es un proceso a largo plazo, no un acontecimiento. Para tener éxito, el movimiento necesita conseguir una larga serie de metas secundarias.

  7. Los movimientos sociales deben ser noviolentos.

Ocho fases de los movimientos sociales

Uno de los dos conceptos clave del PAM son las ocho fases de los movimientos sociales. En cada una de estas fases, es importante que existan objetivos estratégicos concretos que impulsen al movimiento hacia adelante hasta la fase siguiente. Aunque esto puede ser estimulante —no podemos pegar un salto hasta el éxito sin más— es importante también entender siendo realistas qué es lo que se puede conseguir en cada fase del movimiento.

Un movimiento comienza sin saberlo. En la fase 1, lo mismo de siempre, el objetivo principal de los grupos del movimiento es conseguir que la gente empiece a darse cuenta de que existe un problema. 

El siguiente paso es mostrar el fracaso de los canales establecidos (Fase 2). Mediante audiencias, procedimientos legales, participación en procedimientos administrativos, etc., el movimiento tiene que demostrar que estas instituciones no actúan en nombre de la población para solucionar el problema, y que es la propia gente la que tendrá que actuar por sí misma.

Esto lleva a las condiciones de maduración (Fase 3) para el desarrollo de un movimiento social. La gente empieza a escuchar y a formar nuevos grupos, pequeñas acciones de desobediencia civil empiezan a dramatizar el problema y los detentadores del poder se irritan un poco, pero todo sigue más o menos como siempre.

Si el movimiento hace bien sus deberes (organizando nuevos grupos, tejiendo redes y formando coaliciones) puede despegar (Fase 4) después de un suceso desencadenante. Éste puede estar organizado por el movimiento, como la ocupación de las obras de construcción de la central de Wyhl, que desencadenó el movimiento antinuclear alemán, o algo hecho por los detentadores del poder. El suceso desencadenante conduce a manifestaciones masivas, fuertes campañas de desobediencia civil y una extensa cobertura mediática. Aunque el movimiento probablemente ya se ha ganado la simpatía de la opinión pública, los detentadores del poder normalmente no se dan por vencidos en esta fase.

Esto conduce frecuentemente a una percepción de fracaso (Fase 5) por parte de gran cantidad activistas. Esta percepción se intensifica debido la participación decreciente en las actividades del movimiento y la cobertura negativa de los medios.

Pero al mismo tiempo, el movimiento está ganándose a la mayoría (Fase 6). Hasta el momento, el movimiento se ha centrado en la protesta, pero ahora es importante ofrecer soluciones. La mayoría de la sociedad está de acuerdo en que es necesario un cambio, pero sólo esto no quiere decir que lo habrá. Ahora es importante ganar la lucha en relación al tipo de cambio que habrá que realizar.

Los detentadores de poder intentarán engañar al movimiento, aumentar la opresión, usar trucos, etc. El movimiento debe centrarse en desmontar los trucos e impulsar una solución alternativa.

El éxito real (Fase 7) es un proceso largo y a menudo es difícil reconocerlo. La labor del movimiento no es sólo conseguir que sus reivindicaciones se cumplan, sino lograr un cambio de paradigma, una nueva manera de pensar. Simplemente apagando todas las centrales nucleares sin un cambio en nuestra manera de entender la energía, sólo trasladamos el problema desde la radioactividad al dióxido de carbono. Solamente consiguiendo que haya algunas mujeres en posiciones de poder no cambia la estructura de la sociedad patriarcal.

Después de que el movimiento gana, ya sea mediante una lucha de confrontación o por el debilitamiento a largo plazo de los detentadores de poder, el movimiento tiene que conseguir que se implemente su éxito. Ahora la tarea del movimiento es la consolidar el éxito y pasar a nuevas luchas (Fase 8).

Los cuatro roles del activismo

El segundo concepto central del PAM son los cuatro roles del activismo. Cada uno de ellos tiene su propia importancia, que puede variar a lo largo de las distintas fases de un movimiento, pero todos los roles tienen que estar presentes y funcionar eficientemente para que el movimiento tenga éxito. Además, cada uno de los roles puede ser desempeñado de una forma efectiva o inefectiva.

Las rebelde son la clase de activista que mucha gente identifica con los movimientos sociales. Con las acciones directas noviolentas, y diciendo públicamente “no”, las rebeldes introducen el problema en la agenda política. Pero pueden ser ineficaces si se ven como la voz solitaria en los márgenes de la sociedad y haciendo el papel de militantes radicales. Las rebeldes son importantes en las Fases 3 y 4 y después de cualquier suceso desencadenante, pero normalmente se pasan a otros movimientos en maduración en la Fase 6 o más tarde.

Las reformadoras son valoradas negativamente en los movimientos, pero son las únicas que demuestran el fracaso de los canales existentes o impulsan soluciones alternativas. Sin embargo, tienden a creer en las instituciones o a proponer reformas demasiado pequeñas como para consolidar el éxito del movimiento.

Las ciudadanas se aseguran de que el movimiento no pierde contacto con la gente a la que representa. Muestran que el movimiento actúa en el centro de la sociedad (por ejemplo, el profesorado, personal médico y las personas propietarias de granjas que participan en las protestas en Gorleben), y lo protegen frente a la opresión. Pueden ser ineficaces si todavía creen en las afirmaciones de los detentadores del poder de estar al servicio de los intereses públicos.

Las agentes del cambio son el cuarto rol y en cierto modo son el rol clave en todo movimiento, pues promueve la educación y convence a la mayoría de la sociedad, organiza las redes de base e impulsan estrategias a largo plazo. También pueden ser ineficaces si impulsan visiones utópicas o defienden solamente un único enfoque. También tienden a ignorar las cuestiones personales y las necesidades de las personas activistas.

La mayoría de activistas y grupos se identifican con sólo uno o dos de los cuatro roles porque cada uno implica distintas emociones, actitudes, creencias, ideologías, fuentes de financiación y acuerdos políticos y —a menudo— organizativos. La mayoría de activistas puede criticar o incluso ser hostiles frente a quienes desempeñan otro roles, y tiende a considerar su propio rol como el más importante y políticamente correcto, mientras que los demás roles les parecen ingenuos, políticamente incorrectos, ineficaces o, incluso, que son parte del enemigo.

Aunque es cierto que existen tensiones entre los diferentes roles, para lograr el éxito es importante reconocer que cada uno tiene su propio valor dentro de un movimiento social.