Miedos

El miedo es una emoción poderosa, y muchas veces la experimentamos por muy buenas razones. El miedo puede alertarnos de amenazas y preparar nuestro cuerpo para responder. Pero también, el miedo puede fácilmente incapacitarnos e inmovilizarnos, minar nuestra vitalidad, o no dejarnos vivir la vida con toda plenitud. Vivir con miedo puede llegar a ser como vivir dentro de prisión, puede matarnos antes de que realmente muramos.

El miedo también puede actuar como un catalizador para la acción, produciendo un sentimiento de rabia e indignación, y de determinación para actuar, con la conciencia de que, si no hacemos nada, la amenaza nos dominará. Las amenazas pueden ser relativamente lejanas, como la destrucción nuclear o la catástrofe medioambiental, o más inmediatas, como los abusos contra nuestros derechos humanos.

La pregunta clave para las personas activistas es la siguiente: ¿qué le hace falta a la gente para que sea capaz de entrar en sus miedos y emprender la acción, en vez de refugiarse en su caparazón protector privado?

De qué tenemos miedo

En 2013 estaba observando una manifestación palestina y encontré varias formas de miedo. Los soldados empezaron a disparar gases lacrimógenos y balas de goma, y tuve miedo de que me golpearan o me hirieran. También estaba el miedo a que mi presencia fuera grabada con una cámara y, si me identificaban, pudiera tener que hacer frente a problemas en el futuro al entrar o salir de Israel. Mi experiencia en Palestina encaja bien con el trabajo de Manuel Garretón, que estudió el miedo sentido por activistas en Latinoamérica durante las dictaduras militares. Garretón identificó dos tipos de miedo: el primero aparece cuando sentimos inseguridad, y lo llamó “la habitación oscura”. Este miedo puede ser muy amplio y duradero, y contrasta con el miedo específico e identificable, “el perro que muerde”. Esta distinción da forma a las observaciones de un activista egipcio que habló en un “simposio sobre el miedo” que se celebró en Coventry, Reino Unido, en 2012:

“Todo el mundo tiene lógicos motivos para tener miedo, pero los míos son ilógicos porque yo tengo miedo al futuro... Cada vez que esperas que pase algo malo, las cosas buenas no pasan en mi sociedad. Tengo miedo por mis hijos e hijas cuando salen a jugar. Mis amistades creen que soy muy valiente porque cuando hay algún peligro, soy el primero en salirle al paso. No tengo miedo de los peligros conocidos, sino de los desconocidos.”

Ausencia de miedos y valentía

Las personas activistas con experiencia hacen una distinción clara entre valentía, es decir, reconocer nuestros miedos y tratar de superarlos o gestionarlos, y la ausencia de cualquier tipo de miedo. Otra persona participante en el “simposio del miedo” advirtió:

“No deberíamos esperar que la gente tenga una valentía infinita, y el proceso de desembarazarse de los miedos no quiere decir que no nos quede ninguno. Una persona sin ningún miedo en absoluto sería parecida a una que no puede sentir el dolor, y la gente que no puede sentir el dolor puede sufrir heridas horribles”.

Otra persona participante se basó en una distinción parecida al hacer una analogía entre participar en una protesta y escalar una montaña:

“Se supone que la gente que hace una ascensión especialmente difícil no tiene miedo, pero lo que necesita es la habilidad y la confianza para saber cómo actuar en una situación determinada, lo cual en absoluto equivale a no tener miedo. Y creo que esto se encuentra en muchos buenos entrenamientos noviolentos: enseñar a la gente cómo actuar sensatamente en situaciones difíciles”.

Cultivar la valentía

Hay todo tipo de formas de gestionar el impacto negativo del miedo. Éstas pueden dividirse en cuatro categorías: 1) Aceptación, 2) Cultura organizativa, 3) Gestión emocional, 4) Planificación y entrenamiento.

1. Aceptación

No hay forma alguna de abordar el miedo si no lo aceptamos. Aceptando nuestros miedos, podemos compartirlos con más personas, y al compartirlos, podemos empezar a analizar la naturaleza de los miedos y empezar a explorar formas de abordarlos.

2. Cultura organizativa

La naturaleza de nuestro grupo u organización puede tener un efecto radical en cómo la gente responden a sus miedos:

  • Es más probable que la gente esté preparada para abordar sus miedos si se valora su participación en una organización o movimiento.
  • Los militares saben que los actos de heroísmo no se protagonizan por la “libertad” o la “democracia” sino por la amistad y la camaradería. Análogamente, es crucial que los movimientos construyan lazos de confianza y amistad, fomentando la solidaridad que puede fortalecer la voluntad de las personas activistas de hacer frente a sus miedos.
  • Una manera de contribuir a este sentimiento de solidaridad es con “rituales” y celebraciones. Al estudiar los movimientos de derechos civiles en EEUU, Charles Payne aludió a la significancia de las concentraciones masivas, las misas y la música, que era algo intrínseco a la cultura afroamericana. “La música operaba como una especie de letanía contra el miedo. Las concentraciones masivas proporcionaban un contexto en el que podía debilitarse la mística del miedo”.
  • Cada persona tiene sus propios niveles de confort, y la gente que organiza tiene que conseguir involucrar a personas de un amplio espectro social, y reconocer que toda contribución individual es válida e importante. Una persona participante en el simposio subrayó lo siguiente:

“Hacen falta varios niveles y modos de participación, no todo el mundo va a querer irse a la plaza para hacer una acción directa y arriesgarse a que le den una paliza. Tiene que haber otras formas de implicarse”.

3. Gestión emocional

Las emociones nunca son singulares. El miedo puede ser la emoción dominante en una determinada circunstancia, pero siempre va acompañada de otros sentimientos. Así que una manera de debilitar el miedo es identificar otras emociones asociadas más asertivas. Gran parte de los consejos de esta sección pueden verse como medios de fortalecer el espíritu de esperanza en el interior de las personas activistas. La “esperanza” es un poderoso contrapeso de la impotencia que puede ser alimentada por el miedo. Abandonar la esperanza es abrir las puertas a la desesperación, y desesperar es traicionar al futuro. Incluso allí donde la esperanza es débil, todavía se puede animar a la gente a que haga frente a sus miedos apoyándose en sus valores, moralidad o sistema de creencias. Por ejemplo, es posible que yo no crea que veré un mundo sin guerras, pero eso no afecta a mi compromiso con los valores sobre los que está construido ese sueño.

4. Planificación y preparación

Robert Helvey se ha centrado en la importancia de la preparación y la planificación como forma de gestionar los efectos del miedo en relación a la acción directa noviolenta. Helvey recomienda:

  • Planificar las acciones para evitar enfrentarse al oponente en sus propias condiciones. Por ejemplo, organizar manifestaciones sorpresa y dispersarse rápidamente, declarando la acción una “victoria” antes de que el oponente pueda responder.
  • Planificar las acciones cuidadosamente para minimizar el riesgo de sorpresa o pánico.
  • Proporcionar a las personas participantes las directrices de la acción para fomentar el nivel de conocimientos de disciplina y el autocontrol necesario para una acción coordinada bajo presión.
  • Tener como objetivo reducir el miedo del oponente.
  • Un liderazgo que inspire confianza y seguridad es crucial. Como señaló una de las personas participantes en el simposio de Coventry:
  • “En una situación en la que los antidisturbios de la policía han bajado de sus vehículos, el liderazgo es crucial. Alguien tiene que romper ese miedo, mantenerse firme y contagiar tranquilidad entre el resto. Eso es liderazgo. Alguna gente consigue superar su propio miedo, y una vez que hay una persona que lo hace, otras pueden seguirla. Estas personas son clave para romper el pánico de masas”.

Valoración de riesgos

La valoración de riesgos debería ser un elemento de cualquier preparación y entrenamiento para una acción que implique alguna clase de riesgo para la gente participante. En palabras de una de las personas participantes en el simposio de Coventry:

“Tomemos el ejemplo del perro que muerde: cuál es el perro, cuándo muerde, por qué muerde, cómo reaccionar cuando está a punto de morder, qué se puede hacer después de que me ha mordido... Hay formas, si no de superar el miedo, al menos de gestionarlo. Desglósalo: cuáles son los puntos de entrada y cuál es nuestro plan. Hay que valorar los riesgos, valorar las vulnerabilidades, incluso haber preparado terminar porque el riesgo es demasiado elevado. La planificación es muy importante”.

Todo proceso de planificación de una acción debería tener en cuenta el importante papel que pueden jugar las redes de apoyo, que pueden actuar como “redes de seguridad” cruciales para quienes se enfrentan a peligros. Por un lado, esto puede ser equivalente a tener un buen apoyo legal, pero también puede implicar redes internacionales de solidaridad:

“Pensar en redes y en apoyos, y en socavar los pilares del apoyo de los opresores —“el mundo te está viendo”— manda un mensaje muy potente a los opresores. Muchos oficiales de policía me han dicho después de ponerme en libertad: “No te he hecho nada malo, así que por favor no pongas mi nombre en internet”.

Las citas están tomadas de la transcripción de un seminario internacional en la Universidad de Coventry, Reino Unido, en abril de 2012, sobre “Movimientos noviolentos y la barrera del miedo”. El simposio fue convocado por el Centre for Peace and Reconciliation Studies y el International Centre for Nonviolent Conflict.